sábado, 31 de mayo de 2014

Una mente poseída

Por Rodrigo Gómez M.

En una ocasión un amigo se acercó a donde su primo (que tenía un retardo cognitivo) que estaba viendo la televisión. Lo veía muy concentrado y absorto mirándola. Llevaba bastante tiempo en eso, antes de que mi amigo fuera y le preguntara de qué se trataba la película. Él respondió: "No sé". Mi amigo se reía. Ahora pienso que por costumbre algunas personas ven películas centrándose en lo argumental, por ejemplo. Y pueden luego comentar de qué se trató. Pero si uno deja de lado la costumbre de seguir las tramas, y el "qué pasará después", puede disfrutar de una interesante experiencia.
Nuestra percepción parece altamente subordinada por la búsqueda de esquemas argumentales durante la vida cotidiana. En cambio contemplar la forma en que unos colores sustituyen a otros, o buscar coincidencias o "series" en una película (como contabilizar la cantidad de gente con anteojos, o ternos azules), parece ser algo que comúnmente se deja de lado. Puede revelarse por ejemplo con el mal uso de un psicofármaco, como cuando me senté frente a la ventana de mi dormitorio, y comencé a observar en las casi invisibles líneas de puntos de la cortina blanca, a unos hombrecitos, como los que se hacen con palotes, que supuestamente iban por la vereda del frente. Unos se caían, luego se levantaban y seguían su camino. Todo silencioso presentándose ante mí como el bosquejo primordial de lo argumental.
De hecho precisamente cuando miramos por la ventana a la gente pasar, al no inmiscuirnos con esas personas desconocidas, al no esperar resoluciones ni finales, es más fácil que nos fijemos en cómo van vestidos, en ciertos gestos inmediatos. No nos preocupamos de su futuro, y podemos volver a ver de otra forma, en cierto sentido más simple. 
Las posibles historias que adjudicamos a la gente suelen ser repeticiones de escenas familiares, y por eso nos podemos equivocar tan seguido con respecto a las intenciones de los demás. Esas escenas de la imaginación posiblemente no existen, pero las creemos. Fueron inoculadas en nosotros. ¿Cómo?. Con una especie de hipnosis familiar. Como decía Ronald Laing: "los miembros de una familia parecen haber caído en una relación recíproca que, en muchos aspectos, se asemeja a la relación hipnótica. En una relación hipnótica uno puede experimentar virtualmente cualquier cosa como real por el solo hecho de que es así cómo le han sido descritas las cosas dentro del contexto de la relación hipnótica. En otras palabras; creo en lo que dices porque me lo has dicho; las cosas son así porque tú así lo dices[...]". Con respecto a las consecuencias del estado hipnótico agrega: "La situación se torna sumamente problemática si además de nuestro gusto, nuestro tacto, nuestra identidad, nuestro esquema corporal, e, incluso aquello que vemos con nuestros propios ojos, y aquello que oímos con nuestro oído, es susceptible de una modificación tan absoluta como para crear la ilusión de algo que no está presente [...]". Luego recuerda que Kierkegaard, quizás en plan de broma, al preguntarse una vez a sí mismo por qué creía en Dios, se respondió: "porque mi padre me lo dijo".
Así, según Max Stirner, a larga y con la connivencia de los miembros de una comunidad, se gestaron ideas sociales tan relevantes para el mundo como lo Sagrado, y más específicamente en el mundo moderno el Estado liberal. A partir de aquellos fantasmas que rumiamos desde nuestros ancestros, y que nos poseen. "El liberalismo, en efecto, es una religión, porque Me separa de Mi esencia y la coloca por encima de Mí, porque eleva "al Hombre" como la religión eleva a su dios o su ídolo, porque convierte lo Mío en un más allá y hace de mis atributos, de mi propiedad, algo extraño a Mí, es decir, una esencia [...]" (El único y su propiedad). ¿Y dónde nos dejamos poseer? Principalmente en la familia. "¿Has visto ya un espíritu? - ¿Yo? No, pero mi abuela los ha visto. - Así me ocurre a mí, Yo no los he visto nunca, pero a Mi abuela le corrían sin cesar por entre las piernas; y por respeto al testimonio de nuestras abuelas, creemos en la existencia de los espíritus." (ibíd.). Retomando el punto de Laing, desde lo familiar terminamos viendo cosas invisibles o, lo que puede ser lamentable, muchas veces inviables.
Es curioso incluso como se pueden acumular suposiciones a partir de una simple tos de alguien en una cena, o del modo en que no se dice nada. Toda una serie de gestos parecen hacer eco de sus predecesores.
Un exponente de la P.N.L., Donald Lofland, desarrolla el concepto de "virus mental" que tomó prestado de Robert Dilts. A partir de esa perspectiva "el virus es una parte del sistema nervioso que, literalmente, cobra vida propia. Filtra y distorsiona las maneras en que damos sentido a la vida y genera un pensamiento incoherente e incongruente.". Los clasifica en cuatro tipos: virus desencadenantes, virus restrictivos, virus Géminis y virus asesinos. Cada uno tiene una estructura única. Explicados brevemente, los primeros surgen a partir de una asociación errónea. Como dice el mismo Lofland: "Una determinada experiencia externa activa de forma automática una antigua obsesión o un estado emocional negativo. En algún momento del pasado, el inconsciente vinculó de manera errónea el desencadenante externo con la emoción negativa.". Los segundos se encargan de limitar nuestras perspectivas de vida. Los terceros surgen como ideas o modelos mentales que se oponen entre sí, entrando en un conflicto continuo, y aparentemente irresoluble. Y los cuartos, al parecer más visibles en sus consecuencias, "crean adicciones, comportamientos autodestructivos compulsivos y tendencia a la violencia.".
Al parecer, por una cadena de filtros y asociaciones, somos capaces de sabotear bastante la exposición de una historia, ya sea envasada para la televisión, o presenciada en la casa de algún amigo por ejemplo. Por otro lado si nos acostumbramos a resumir argumentos de películas, es posible que las limitemos demasiado en sus posibilidades de significación. Después de todo ¿quién sabe de qué se trata una película?, y ¿qué tipo de posesiones embargan a la mente que la ve?.

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