Por Rodrigo Gómez M.
En el caso de un escritor
incipiente que ha sido criado para el odio hacia la vida o la indiferencia
mortal, ¿cómo introducir lo que podemos llamar contingencia en la escritura?
Haciendo una sucinta descripción
desde lo psicosocial en general, se da también la situación de ciertos
adolescentes aparentemente saludables en lo psicológico, sin las
características recién mencionadas, pero que hoy en día parecen reconocer con
más facilidad que hace unos diez años (hablando de Chile), que lo referencial
concreto en la escritura no se les "da" ni les "nace", como
lo de los nombres de las calles, los lugares específicos de tránsito de los
personajes, por poner unos ejemplos simples, o incluso hasta un nombre que identifique
al personaje. Se puede considerar esto como representativo de una fase del
desarrollo psicológico por el cual todos pasamos, y que llevaría en algunos
casos humanos desde un ensimismamiento a un mayor compromiso progresivo con el
entorno, algo que obviamente no tiene porqué producirse siempre. La atención se
experimenta poco nítida con respecto al entorno inmediato, y las cosas a veces
parecen pálidas existencias alrededor. El aspecto social se puede explicar a
partir, en parte, de la falta de poder (o de empoderamiento) de distinto tipo
al que en la mayoría de los casos nos vemos expuestos como parte de la
formación dentro de una familia, donde las decisiones y los objetos valiosos
provienen del otro (ya sean los padres u otros cuidadores). Así también se
experimentan múltiples conflictos de limitación de la propia libertad
individual y situaciones vividas como "derrotas" de la propia
voluntad. En muchos casos se dan experiencias muy atormentantes. Nos
amodorramos, ensimismamos. Y luego llega la borrosamente delimitada época en
que hay que ir mostrando adultez hacia afuera (más allá de la familia),
mientras se vive una mal asimilada infancia puertas adentro, llena de cortes y
límites al crecimiento.
Se ha hablado algunas veces de un
"escape de la realidad", y la discusión sobre el compromiso social
y/o político de la literatura tuvo auge durante decenios de años, en distintas
partes del mundo (seguramente aún se da hoy de distintas maneras menos
ideologizadas). Se deja de lado el valor terapéutico de la palabra poética
desde los inicios de su gestación, y el hecho fundamental de que siempre el
lenguaje remite a un otro, aunque esta presencia sea embrionaria aún. Que sin
iniciar el recorrido de la simbolización que lleva a ese otro, no habría
ninguna literatura comprometida, ni de ningún tipo. Y que las producciones
psicóticas arrojan luz esencial sobre la producción del fenómeno poético, sin
dejar de ser aquellas mismas una muestra importante de esta. Se necesita quizás
aplicar el modelo del trauma para acercarse a estos vínculos de lenguajes y a
su desarrollo en el ser humano. Entender también lo que hasta ahora ha podido
desvelar el comportamiento autista (y averiguar que sí es posible que haya
algún tipo de comunicación, o de percepción mínima a partir de estos estados,
una forma diferente de relacionarse y de reaccionar con respecto al medio). El
recurso al "hermetismo excesivo" en la escritura poética,
precisamente me recuerda a las estrategias de comunicación esquizofrénicas, que
mencionaba Freida Fromm-Reichmann en uno de sus artículos incluido en
Psychoanalysis and Psycoteraphy [1].
Es necesario entender que el
hermetismo no necesariamente es una especie de "fuga de la realidad",
ni de negación del entendimiento. Remite en su origen sí al resguardo de un
secreto. Del secreto que puede ser la palabra esencial o la poesía misma.
También existen las "fugas
hacia adentro" como el repliegue que permite ver de cerca hacia uno mismo.
O la fuga como gesto último de
inconformismo social ("en un mundo de fugitivos el que toma la dirección
contraria parece ser el que huye" como decía T.S. Eliot), lo que conlleva
poder desentrañar cual es el ideal irrealizable por el que se huye.
(Continuará...)
[1] Hay una edición en español con el nombre
“Psicoterapia intensiva en la esquizofrenia y en los maniaco-depresivos” (Ed.
Lumen).
No hay comentarios:
Publicar un comentario