miércoles, 23 de julio de 2014

New Age y capitalismo: Alianzas estratégicas.

Por Rodrigo Gómez M.

Dos leyes fundamentales propuestas como medios de "autoayuda", en una serie de escritos New Age o relacionados, son las que podríamos denominar: Ley de la responsabilidad total de uno mismo, y Ley del boomerang
La primera tiene que ver obviamente con disculpar a las circunstancias externas de nuestras desgracias personales, centrando toda la responsabilidad del proceso de cambio, e incluso sus causas, en uno mismo. Una omisión generalizada de los factores externos en nuestra situación personal que, aparte de poco realista, es una piedra de toque para bloquear o entorpecer el pensamiento crítico. Digo poco realista porque, por un lado evidentemente no somos impermeables a las circunstancias externas (no somos omnipotentes, ni dioses, y los demás también poseen poder), y por otro se comete una omisión grave sobre los derechos humanos, que es la de negar la importancia de la violencia intrafamiliar o de cualquier otro tipo a nivel social, que suele perjudicar muchas veces a seres indefensos o a clases marginales. Se cumple así por omisión flagrante, con una profunda complicidad hacia los agentes y contextos de violencia individual o masiva, que tienen otro respaldo y coartada activa, que favorece su accionar destructivo.
Un ejemplo claro está en las conferencias que dio Eva Pierrakos (de las cuales surge un movimiento denominado Pathwork), donde se responsabiliza de los conflictos interiores a la inmadurez cognitiva del niño (inevitable), antes que al desamor o lo errores de los padres (evitable o modificable). (Durante la forma de curación propuesta en estas conferencias, toda la presión se centra contra quien pretende seguir el "camino", sin siquiera tener la posibilidad de reconocer aquellas figuras paternas por las cuales se ha sentido frustración o rabia, y menos la opción de liberar estos sentimientos. Estas figuras quedan ausentes representacionalmente del conflicto, son expresamente omitidas, y por tanto no integradas en su peso afectivo sobre el sujeto).
La segunda ley tiene que ver con el mantenimiento de un statu quo social, económico, político, religioso, etc., ya que justifica de manera "metafísica" una inmovilidad trascendente de las circunstancias que nos acontecen. Consiste simplemente en "esperar recibir exactamente lo que hemos enviado al exterior", cuya supuesta veracidad dicho sea de paso, se desmorona continuamente por evidencias empíricas, que demuestran la ineptitud de aplicar puntos de vista estrechamente deterministas. Se suelen centrar estos escritos, precisamente en los rasgos y acciones de inconformismo, para dar lecciones moralistas a quienes expresan su rabia o ira, por rechazo a las circunstancias que enfrentan. El mecanismo es interpretativo y plenamente permeable a relativismos y aproximaciones, para generar la falsa comprobación adecuada de un equilibrio, que tarde o temprano, puede ser "descubierto".
Luego de aplicadas a la experiencia personal estas leyes, evidentemente que necesitaremos una ayuda "superior", para poder salir del atolladero en el que nos encontramos. Ahí entra la invocación a lo divino y el sufrimiento propio de empezar a corregir todo por dentro, asépticamente, evitando ensuciar el entorno.
Estas son dos maneras, que han sido eficazmente aplicadas en un enorme cúmulo de seguidores de distintos gurúes o enseñanzas, para mantener reaccionariamente el statu quo social, económico, etc, y sofocar de manera profunda, internalizada, el pensamiento crítico o la actitud de respuesta activa ante las múltiples injusticias y violencias que existen en el mundo capitalista.