viernes, 11 de septiembre de 2015

Diario de un meditador (semificción).

Por Rodrigo Gómez M.


01 de abril de 2012

Comencé a mirar los recipientes plásticos de condimentos. No esperaba que tuvieran algo especial que decirme, ni lo contrario (sólo miraba). Uno tenía tapa roja, otro azul, otro amarilla…

Pero pensé que tenía que seguir mirando lo que estaba haciendo…

Podía ver reflejos débiles de luz en los recipientes de condimentos, pero no me decían nada. Tampoco me sentía mejor que antes. Me olvidaba de lo que estaba haciendo antes. No tenía referencias, era una balsa sin ayuda posible. HELP!.

Me parece que la meditación Vipassana es un embuste. Cada día que la practico me parece peor el efecto. Más angustia, más ansiedad… insomnio, paranoia, etc. Ya mis recuerdos no sirven para nada, son el defecto de la identificación. Ahora no sé a qué atenerme. Me siento culpable de recordar, de revisar mis archivos mentales, etc. Me ha destruido la vida.
La meditación ha sido una de mis peores pesadillas. Todo se derrumbó sin sustitución de alivio.
Te jalan la alfombra, pero no hay ninguna compensación.

¡Cómo te sentirías si renuncias a tu identidad, y a cambio no hay más que caos y sufrimiento!.

Estoy hecho bolsa…


15 de abril de 2012

Me he dedicado a mirar sin pensamientos. He tenido esa sensación de cámara de vigilancia, que me imagino ya han sentido muchos meditantes. Mirar y recorrer las cosas sin que se nos cruce ninguna suposición.

… años sentándome en silencio y oscuridad. Centrándome en mi respiración. Podía estar más de una hora sin sufrir, sin ningún problema.
Luego, durante un tiempo me pareció interesante llegar a ese estado de Ramana Maharishi, cuando aparece con Yogananda, en un video en blanco y negro.
Se veía tan bien que dije “él lo trascendió todo”. Estaba completamente absorvido por algo indescriptible.
Nunca fue…
En realidad nunca lo esperé, pero dije: ¡Que bien!, ¡es posible!.


20 junio:

Quizás esto es estar en el peor de los mundos posibles:
ni iluminado, ni mundano.
Ya no confías en nada. Nada es lo real. Es una verdadera pesadilla.
Toda tu biografía se deshace frente al intento de vivir en el Aquí/ahora.
(Sigo sintiendo que es la fórmula del olvidadizo perfecto. Pero aún así creo que es la única solución posible frente a tanto sufrimiento mental.).
He seguido meditando. Volviendo a mi respiración, mientras lloro sin parar, con una angustia indescriptible de no tener lugar de reposo.
Recuerdo las palabras de Bill Viola, que decía algo así como “lloro todos los días, es uno de los actos más sagrados del ser humano”. Seguramente fue una mala traducción (o mi memoria me falla), pero estuve realmente de acuerdo. 


01 de julio 

Los vecinos me miran extraño…



(Continuará…).

Nota: La cita de Viola es: “Lloro mucho. Comúnmente una vez cada día. Creo que es una de las formas más profundas de expresión humana.”. (“I cry a lot. Usually once a day. I think it's one of the most profound forms of human expression.”).

sábado, 29 de agosto de 2015

Notas sobre el gobierno del mundo.

Por Rodrigo Gómez M.




Entre el espionaje gringo y las mediocridades de la “bonita” vecindad… A esta gente ni le pagan para ser cómplice de Bush y la represión sutil de lo “políticamente correcto”.

Es terrible, por ejemplo, salir de un psiquiátrico para encontrarse con algo mucho más terrorífico llamado barrio, población o comuna…



Los "científicos de lo universal" saben que la gente común confunde horas de sueño con libertad, espacios físicos con espacios psíquicos, comida diseñada con alimentación biológica, etc.

Durante buena parte del siglo XX la fabricación de libertad artificial fue la verdadera investigación científica , práctica y propósito del capitalismo avanzado. Pero sabemos que éste viene arrastrando su nauseabunda cola sin saber como ocultarla. Muchos teóricos se plantean la decadencia del capitalismo, pero sería bueno tener claro por qué aun sobrevive, siendo que es una forma de organización política que ha sabido ir por tanto tiempo en contra de la humanidad misma, decapitando sistemáticamente sus más íntimos deseos. Creo que lo fundamental es no alejarse de modelos anteriores de gobierno que, por lejos que estén históricamente, pueden ser parecidos a esta situación de gobierno de unos pocos. Me refiero al imperio faraónico del antiguo Egipto. Parecerá ridículo, pero en cierto sentido, es de lo más cerca que estamos de todas las formas de regulación política que hemos visto antes de la Edad Moderna. Incluso más que del feudalismo. Es cuestión de perspectiva. En el feudalismo el centro de mando está mucho más territorializado que dentro de una civilización que planteaba valores universales con facilidad a partir de una religión iniciática, elitista y única. Hoy las posibilidades coetáneas de poderes unificados delimitados que coexistan claramente como culturas distintivas, se van debilitando notablemente. La ideologización totalizante y fagocitante es parte de la dinámica intrínseca de las sociedades organizadas en distintas épocas. Primero se someten y “convierten” (o intentan “convertir”) comunidades ideológicamente competitivas, y luego se las asimila. Es lo que se ha hecho.

En resumen, actualmente estamos continuamente “construyendo pirámides” para unos pocos reguladores del bien global (capital), que representan valores universales (los que permiten intervenir legalmente en cualquier territorio disponible para el gobierno de los poderes fácticos), posteriormente a este propósito de unificación aliada global de posguerra que llevó a la creación de la O.N.U. y a la Declaración Universal de los Derechos del Hombre, como mencionaron Negri y Hardt en Imperio.

En general, algunas religiones siguen siendo clubes. Con miembros premium, subscripciones, publicidad, etc. Especialmente hoy en día. Pero sabemos que han existido formas religiosas primordiales de participación horizontal. En las descripciones de los misterios de la antigua Eleusis, se puede contemplar con claridad que el misterio puede colectivizarse y trascender a una determinada cúpula sacerdotal. Aún existiendo sacerdotes, los misterios estaban abiertos a ricos y pobres, personas libres y esclavos, hombres y mujeres.

Cuando Roger Caillois quiso develar el fondo del misterio de una vaina saltarina, ante la negación del “pope” de turno (es decir André Breton), decidió retirarse del grupo. El misterio era necesario para la cohesión de ese movimiento que a veces llegó a ser también una forma de búsqueda espiritual llamado surrealismo, del cual al menos dos integrantes se atrevieron a ser el misterio. Me refiero a Antonin Artaud y Henri Michaux.



(Continuará…).

miércoles, 12 de agosto de 2015

La inteligencia es una cárcel de la conciencia.



Por Rodrigo Gómez M.

Esas distinciones de “inteligencias” de Howard Gardner son un intento chapucero de volver a las tradicionales categorías de talentos múltiples, en contra de la indiferenciación capitalista de “inteligencia”. El capitalismo interconectó dos conceptos distintos y complementarios (con el mismo nombre incluso) para el intercambio de información alfanumérica inmediata entre agentes espías. La inteligencia individual es un constructo perfectamente ensamblable con la inteligencia de los servicios de inteligencia de las naciones capitalistas, que fueran adoptados y reflejados por su contraparte económica soviética (v.gr. KGB). En cuanto a Gardner podemos decir que la inteligencia está construida en base a una suerte de decatlón  de competencias. Ha intentado abrir el nicho del valor humano. Medio aplauso por eso. Ahora veamos en un sentido inverso a esa matriz principal y sus exclusiones. 
La supeditación de los múltiples talentos individuales (y de sus variadas formas de expresión) al concepto de inteligencia, va de la mano con la conquista político-mercantil de las cualidades humanas. Conceptos como competencia, expertise, ocultan la vigencia social de los objetivos que los conducen. No hay habilidad sin objetivo, la inteligencia per se es una violencia del objetivo social impuesto. Sabemos que esta reducción absurda de las habilidades humanas surgió en el centro de Europa. Durante mucho tiempo se utilizaron en América (esa cadena de influencias que viene de Estados Unidos a Sudamérica) los test de Binet para “medir la inteligencia” de un individuo. Pero la escuela de psicología experimental alemana llevó la delantera en esta perspectiva de la eficacia cognitivo-industrial por sobre todas las cosas. Con respecto a Inglaterra - uno de los principales países de origen de la invención de la inteligencia carcelaria-  no olvidemos que Francis Galton, el fundador de la psicometría (medio-primo de Charles Darwin), emergió de la cuna del industrialismo competitivo moderno y de sus propias distinciones de las cualidades humanas, las que con toda evidencia otorgaron las bases ideológicas del darwinismo social que aún padecemos actualmente.
En contraposición a la inteligencia (ese rapto estatal de las virtudes) la idiotez en la antigua Grecia fue una abstención de participación política, una falta de complicidad con el Estado (ο ιδιωτης es lo opuesto a la polis (πολις),  el conjunto de la población, y viene de una serie semántica que remite a lo más íntimo del sujeto: ιδιος, α, ον: propio;  ιδια, adv. solo, por sí solo, en privado).
Ser inteligente tiene que ver con lo que yo llamaría campos perceptivos prevalentes en una determinada sociedad, y en esto conecto con la distinción entre innovación y creatividad, donde la innovación funciona al servicio de la empresa y su beneficio mercantil. Es decir, es el equivalente bastardo de la creatividad que es la que apuesta hasta la muerte económica – y de todo tipo incluso- para hacer emerger una “novedad conflictiva” socialmente (que modifica presupuestos paradigmáticos económicos, científicos, etc.), una nueva aparición de lo excluído por el capitalismo. Pero el mundo de la sociedad industrial avanzada ha generado sus propias versiones reducidas de lo creativo (más bien de la variación productiva). Una forma de creatividad no se puede explicar sin su contexto productivo histórico (el cual incluye las distintas esferas ideológicas de la producción: estéticas, morales, jurídicas, tecnológicas, etc.). Es precisamente porque marca una “brecha” con respecto a un sistema productivo, por lo que se le suele considerar como creativa a una actividad.
En cierto sentido creativo es opuesto a reactivo, se contrapone a la continuidad de una práctica. El acto creativo no puede existir sin un componente de emergencia intempestiva, una recuperación histórica o simbólica inusual.
Las supuestas inhabilidades individuales son evidentemente (y necesariamente) sociales. La inteligencia es una (bastante importante) de las distinciones que trabajan sobre la psique humana para intentar definirla, y por lo tanto controlarla.
Hoy en día hay por lo menos dos puntos que podemos tener claros (incluso apoyados por la ciencias cognitivas actuales):



1) La inteligencia es una profunda regulación de la percepción humana.


2) Lo que hay al otro lado de la “inteligencia” no es la estupidez, sino lo imprevisible (o la incertidumbre) para una visión psicométrica del mundo.
 

(Continuará...).

miércoles, 8 de julio de 2015

La felicidad y sus capturas políticas.

Por Rodrigo Gómez M.

Es un problema de ceguera, facilismo y flojera intelectual quedarse con estas evaluaciones hipergeneralizadoras de las estadísticas de la OCDE sobre “niveles de felicidad” en grandes conglomerados o regiones del globo. Un caso vergonzoso de este tipo, como el de Eugenio Tironi, aparece publicado el domingo 05 de julio del 2015 en El Mercurio, basado sobre los resultados de estas estadísticas en América Latina con relación a los de otras regiones o países del mundo. Esa autocomplacencia vulgar es una parte característica de la cultura ex-concertacionista. Y pensar que son casi sus mismos integrantes los que están en el poder actualmente, debería hacer caer precisamente esos niveles de felicidad de manera estrepitosa en la gente de verdad. O lo está haciendo.
La experiencia de gran cantidad de su población en Chile, va en contra de casi todo lo fundamental que se menciona en el texto reproducido por El Mercurio, salvo en el punto de la desigualdad socioeconómica, que señala al pasar, como punto de contraste para alabar el mérito de nuestra supuesta felicidad. La ineptitud intelectual del susodicho se refleja bastante bien en estas palabras: “Desde hace mucho tiempo se ha planteado que aquí se anida una "violencia estructural" que se interpondría ya no solo a la felicidad, sino a la paz y la democracia. Pero no ha sido así”, un extracto ejemplar de la miopía acerca de lo que estamos viviendo como sociedad desde hace años, lo cual ha llevado directamente a más y más manifestaciones masivas, que aún no llegan a expresarse en su máximo nivel de ruptura, después de tantos años de rotunda “violencia estructural” silenciadora, que se transformaría luego principalmente en “violencia estructural” económica y cultural discriminatoria, con su correlato de “violencia estructural” internalizada, en contra de empoderamientos democráticos, de la paz individual en un plano íntimo – pero inevitablemente también convivencial- y, obviamente, de la felicidad de buena parte del conjunto de habitantes del país. Eso sin contar los mecanismos de producción de carestía intelectual programática sobre la población, que son más sutiles que una “violencia estructural”, pero que la complementan y trascienden hacia el objetivo de disminuir al máximo la resistencia de la población a las decisiones de los poderes constituidos.
Otro ejemplo de ineptitud rotunda al intentar explicar una condicionalidad y vinculación elemental de hechos, y que incluso invierte el sentido de la situación, colocando el motivo de la movilidad social plenamente del lado de la responsabilidad individual: “ambas, la desigualdad y la movilidad, obedecen a factores adquisitivos (el esfuerzo, el trabajo, los hábitos individuales) antes que adscriptivos (el sistema o las instituciones)”. Sabemos que es un recurso fácil y barato del poder o de algunos gobiernos, depositar la causa de los problemas en la ciudadanía, pero lo que ocurre aquí es que se omite mencionar (quizás hasta pensar) algo demasiado obvio, esto es: que si el sistema (público y/o privado) mantiene cobros excesivos por educación (base de movilidad social), para el nivel de sueldos mínimos en un país, el problema comienza por el sistema y las instituciones que regulan e instalan un valor inadecuado de la oferta disponible y que, así extreman la brecha entre ese valor y las posibilidades de costearlo, en una familia que se sostiene con uno e incluso dos sueldos mínimos para todo. Eso se podría decir que es sentido común aplicado. Este tipo de tergiversación invierte el sentido de una relación económica marcada por el mantenimiento de los privilegios de clase, y esta vez omite flagrantemente la articulación de dos condiciones impuestas entre las cuales muchas personas están siendo aprisionadas económicamente: la brecha entre ingreso mínimo y oferta; los “factores adquisitivos” son totalmente dependientes de los que Tironi llama “adscriptivos”, y el acentuar la influencia de los primeros “antes que” la de los segundos, es manipular la percepción ciudadana para que en el reparto de las responsabilidades, el peso se incline del lado de los asalariados que, digamos, “aún no han dado lo suficiente de sí”o “no se han esforzado lo suficiente”, si no logran lo que necesitan para vivir.
En los dos fragmentos citados se evidencia el blanqueo (o cuando menos la atenuación) de las responsabilidades políticas del Estado en las desigualdades socioeconómicas y el malestar social. La táctica es un simple y burdo enmascaramiento de las injusticias estructurales que reconocemos y vivimos cotidianamente.
Un factor importante para la felicidad es la confianza, y como menciona el economista Richard Layard de la London School of Economics, se han hecho encuestas a nivel de países que muestran resultados muy dispares, como en el caso de la pregunta “¿crees que se puede confiar en la mayoría de la gente?”, y según Layard el 60% dijo que sí en Noruega, y el 6% dijo que sí en Brasil. Y esto sin mencionar una forma de confianza, que podemos considerar (al igual que Layard) como muy importante para la felicidad a nivel colectivo, que es la confianza política. Aún teniendo bastantes resultados estadísticos que contradigan la visión optimista de Tironi, el caso es que estos estudios la mayoría de las veces extraen panorámicas transversales demasiado generales para apoyar conclusiones relevantes. Los parámetros de base pueden ser muy sesgados, y el sentido mismo del objeto a investigar puede variar bastante entre las aproximaciones de investigación, especialmente si hablamos de una experiencia tan compleja y subjetiva como es la felicidad, para la cual se puede plantear una buena variedad de componentes y tipos de muestros posibles.
Yendo más allá de este tipo de diagnósticos facilistas, y de cómo funcionan aún en Chile cierto tipo de redes de opinión y de respaldos académicos a quienes caen en dichos diagnósticos, se da la situación de que, hasta hace poco tiempo y durante años no ha habido una cultura intelectual en Chile, que se enfoque en profundidad a interpretar articulaciones políticas y económicas, a través de una práctica constante de retroalimentación entre observadores diversos. Una actividad crítica que fue en sentido opuesto a esa ausencia fue, por ejemplo, la de aquellos que colaboraron en escritos junto a Nelly Richard, sin mencionar por otro lado a voces algo aisladas de distintos ámbitos de investigación.
A nivel de unos pocos comentaristas visibles de las décadas del ’80 y ’90, se propagó el estilo de los “papers” que se basaban precisamente en estadísticas económicas, y que se convertían en recopilaciones de datos con conclusiones reseñadas. El economicismo imperante ha querido incorporar a sus parámetros desde hace algunos años, este constructo o variable que llaman “felicidad”, y que es esa satisfacción individual, superficial y voluble, regulada por el sistema de producción y consumo neoliberal, sostenida a fuerza de adquisiciones reiteradas de cebos desechables, y que conlleva una continua renuncia a uno mismo. El sentido de la autoexigencia subjetiva se produce por la influencia de dos factores: 1) conseguir un aumento supuesto en la calidad de los consumos, y 2) conseguir un aumento en la calidad de la eficacia laboral o la productividad; lo que lleva a ese sentido de tope de la felicidad, al confundir esta con una suma de ciertas satisfacciones personales extendida en el tiempo.
Por sobre esta dinámica social, el nivel global de felicidad se ve afectado por la falta de control sobre la propia vida de los individuos, que es una característica consustancial al poder del imperio global actual.

jueves, 2 de abril de 2015

¿Por qué la locura es el mejor negocio posible?


Por Rodrigo Gómez M.

(Modifiqué sustancialmente el contenido de este texto entre el 7 y 8 de abril (2015)).

Los médicos imponen demandas de mercado como cómplices de los laboratorios que producen lo que recetan. Lo cual no sólo es en algunos casos colusión con perpetradores de fraudes, sino también una acto violento sobre las decisiones individuales libres del paciente. Como dice Szasz: “Los médicos recetan, para abrir un mercado de drogas” (pág. 56 en Nuestro derecho a las drogas). Si a esto agregamos que ciertos países deciden sobre otros lo que se puede o no consumir legalmente (a través de la FDA), tenemos toda una serie de coerciones entrelazadas frente a nuestros ojos, que reducen enormemente nuestra capacidad de decidir libremente sobre nuestra propia salud, y aún más, de vivir nuestro propio cuerpo a través de las sustancias químicas que están disponibles en el mundo.
Todo esto en el ámbito de los psicofármacos, termina perfilando una especie de ambiente anímico colectivo, cuando las políticas públicas de salud están bien coordinadas, y llevan un buen tiempo trabajando sobre una determinada población, para mantenerla bien adormecida, a base de psicofármacos.
Una elección presidencial no va a ser igual (como resultado) teniendo a buena cantidad de electorado consumiendo benzodiazepinas y neurolépticos o no.
Los fraudes empresariales (ya sea en el ámbito farmacológico o en otros) son altamente exitosos cuando algunos miembros de cada familia participan -a partir de su ignorancia resignada (el no querer investigarlo o cuestionarlo), propagando los efectos de este fraude, hacia los demás miembros de la familia, a través del encubrimiento o la aceptación del perjuicio. Es decir, son cómplices del fraude frente a otras personas dependientes socioeconómicamente, que también son víctimas de él, pero que no han decidido al respecto.
La falta de transparencia de no permitir al paciente ni siquiera ver un prospecto o una breve información de algunas características mínimas del fármaco antes de recetarlo, hace que el paciente no pueda plantear opciones al respecto, debido a ese mismo desconocimiento. Es decir, luego de recibir la receta, no tienes más opción que ese fármaco o volver al doctor (o ir a otro), una vez que hayas leído el prospecto, y hayas encontrado alguna contraindicación o información, por la cual no sería conveniente que lo consumas. Cualquier posibilidad de inadecuación en la decisión del médico, sólo puede resolverse retroactivamente, y luego de otra sesión (esperando prudentemente (= pasivamente)) un mes de prueba. (Una caja por cada paciente se debe calcular a nivel del mercado total donde ha sido fraudulentamente inoculado un fármaco modelo tipo Brintellix, con publicidad que oculta la ignorancia casi total acerca de su funcionamiento.).
Uno de los problemas es que el doctor nunca puede saber, lo que el fármaco va a producir en el paciente. Y en el caso de los psicofármacos, la complejidad de su funcionamiento, hace más difícil aún prever los resultados, comparado con el caso de ciertos fármacos que no afectan directamente al sistema nervioso (seis receptores de neurotrasmisores específicos en el caso ya mencionado).
De todos modos queda la opción de ir a otro doctor, estamos en un libre mercado, y la consulta médica puede verse como un servicio más, que se ofrece en este tipo de mercado. Claro que al enfocarse directamente a la salud, que es una condición básica del ser humano para poder seguir existiendo, puede tener más relevancia que varios otros servicios. Después de todo un doctor se ha transformado en un innegable mediador económico entre laboratorios y pacientes, y no en un guía hacia la sanación integral (debido a sus mercados correlacionados descartan descaradamente medicinas alternativas que no han sido desconsideradas nunca como posibilidades efectivas o no de sanación – pero son negadas o no consideradas de entrada por los facultativos de la medicina institucional dominante, pudiendo aprovechar la asimilación de saberes milenarios curativos de diversas culturas actualmente disponibles con mayor facilidad).
“Las leyes sobre receta otorgan al facultativo el privilegio monopolístico de proporcionar determinadas drogas a determinadas personas, o rehusar darles tales drogas.” (Szasz, op. cit., p.57). Por lo tanto existen a lo menos tres tipos de mercados: el mercado legal, el mercado médico (en que se restringe la legalidad de consumo por medio de autorización (a través de receta médica)), y el mercado negro (desde el cual toda forma de consumo sería ilegal).
“Derechos” informales relativos al consumo como el derecho de admisión en ciertos locales nocturnos, por ejemplo, son un control no legalizado.
La generalidad de decidir quienes consumen o no (tal producto o servicio) a nivel de gobierno, puede equipararse históricamente a la situación de los metecos en la antigua Grecia, o a la de ciudadanos afroamericanos en U.S.A. hasta bien avanzado el siglo XX. En el último caso, ciertos ciudadanos dentro de una determinada judisdicción, están informalmente proscritos de la posibilidad para acceder a ciertos productos o servicios con igualdad de condiciones que los demás. Cuando el mantenimiento de esta discriminación es aceptada (no penalizada) por un estado, se produce lo que podríamos llamar un alterestanco, una sectorización limitante (en la participación del mercado) por el lado de la demanda (a diferencia del estanco, que hizo ricos o dio poder a algunos negociantes elegidos y a gente oportunista como, en el caso de Chile, a Diego Portales). Una irregularidad económica interesante, ya que pareciera que sólo el dinero soluciona problemas de carencias específicas para la supervivencia. Y no es así. El acceso a los bienes de consumo agrega un nuevo requisito para el adquiriente o consumidor: confianza o astucia (influencias de carácter informal).
La economía como control legalizado del consumo no puede evitar, en general, estos paréntesis de poder (como influencias informales), en la totalidad de las adquisiciones de un mercado nacional (ni menos a nivel transnacional). Por ejemplo, el favor (como preferencia emocional) controla no sólo compras personales, sino también aportaciones a apoyos políticos (entra a controlar – tarde o temprano, directa o indirectamente- la vida de otros que no deciden al respecto). Todas estas cadenas de acción pueden ser intervenidas (o lo son inevitablemente) por lo que “asépticamente” se denomina sesgos cognitivos, cuando hablamos de preferencias personales, e incluso de caprichos ridículos. Los niveles de influencia permiten que esos caprichos (preferencias demasiado egocéntricas y cortoplacistas), afecten a más o menos personas, según el grado de influencia (cantidad de capital inicial) de quien toma esas decisiones. Podría parecer que proviniendo de un poder superior, todo capricho se puede transformar en una secuencia (una especie de cascada) de obediencias. 
Lamentablemente a veces ocurre así.

(Continuará...)

Nota: Puede ser que se haya exagerado un poco en el mensaje del título.

miércoles, 1 de abril de 2015

Keith Jarrett - Radiance XIII (video)

 

Since youtube take this beautiful piece off from its site, here it is. 
(I ll adjust my score (sheet music) version soon into this same link).


lunes, 9 de febrero de 2015

Recuerdos como tatuajes mentales.

Por Rodrigo Gómez M.


Si comprendieramos que un recuerdo es un acuerdo momentáneo, un convenio transitorio, o una simple negociación de puntos de vista, tan falso como lo que nunca ocurrió, seguramente viviríamos mejor (anímicamente). Al parecer los recuerdos serían más útiles para poder funcionar mejor (memorizar la ubicación del lugar de trabajo, por ejemplo),  que para alimentar una supuesta autobiografía ("mal negocio" tarde o temprano). Después de todo la autobiografía es como una colección de epitafios: “Aquí yace el momento en que te encontré”, “Esta es la tumba de aquel baile de graduación, que si no la mueve nadie la recordaré tal cual”, “Ojalá que nadie exhume el momento de mi mejor concierto, quizás no fue tan bueno como me pareció”, etc.

¿Es útil recordar (tener presente) que los recuerdos no existen?.  ¿No es una deslealtad?. ¿Pero …es una decisión racional en primer lugar?. En todo caso la trampa mental es bastante escurridiza si lo intentan, ...un salmón invisible. Es tan molesto como tratar de estafarse a uno mismo. Seguramente esa es una gran lección Zen. Se pueden describir nuestros condicionantes, pero otra cosa muy distinta es ver como pasan por el lado, sin cambiar nada importante.

Los recuerdos parecen ser una colección de predicados incambiables. “Yo fui aquel lamentable alumno de contabilidad, sin embargo…”.

Sabemos que “ser” (en pasado, presente o futuro) es uno de los verbos más manipulados por el poder (y por la mayoría de nosotros también). A nivel ideológico es como una flecha sin destino, no dice 1=1, sino “esto es lo que más vale” según las directrices del partido, o la cantidad de católicos que van a votar en esta circunscripción.

El “es” en lógica no indica necesariamente que una cosa sea igual a otra, sino que existe un cierto tipo de equivalencia, de variado aspecto que está por definirse. ¿Alguien puede pensar que todos somos Socrates, porque Socrates es mortal?.

Más confusión habrá si usamos el mismo verbo para “ser” y “estar”. Imaginen los márgenes de manipulación posibles. En primer lugar ser no es para nada intercambiable con estar (por suerte no soy como estoy): ser es lo opuesto, lo que no se está quieto, la contraposición concreta de un “estar”.

Por lo mismo, los tatuajes suelen ser un buen testimonio de que sabemos que los buenos recuerdos van a desaparecer. Hoy cuando fui al super vi dos, uno en la espalda bajo el cuello, el típico signo “ying/yang”. Pero otro en la espalda de otra chica, decía algo así como “Que el dolor de perderte no sea más importante que la dicha de haberte tenido” (en alguna parte agregaba el nombre del perdido). Ese contraste de estos dos tatuajes vistos en la misma mañana, me llamó la atención. Uno, la trascendencia; otro el apego específico. Racionalmente, incluso espiritualmente, uno puede ser más certero que el otro, seguramente. Por ejemplo saber que estamos en un naufragio, puede ser mejor que seguir bailando en la cubierta sin saber lo que nos espera. Aunque el problema es otro: anclarse. Seguir escribiendo soluciones cuando el problema es escribir. Mirar por la ventana cuando hay que romperla. O seguir nadando cuando conviene hundirse metafórica y terapéuticamente… o perder cuando todos dicen que hay que ganar. En fin...

De hecho cambiar de registro probablemente sea una marca de la genialidad. Eso es quitarle peso a los falsos recuerdos, aunque sólo sea momentáneamente.