Por Rodrigo Gómez M.
Si
comprendieramos que un recuerdo es un acuerdo momentáneo, un convenio
transitorio, o una simple negociación de puntos de vista, tan falso como lo que
nunca ocurrió, seguramente viviríamos mejor (anímicamente). Al parecer los
recuerdos serían más útiles para poder funcionar mejor (memorizar la ubicación
del lugar de trabajo, por ejemplo), que para alimentar una supuesta
autobiografía ("mal negocio" tarde o temprano). Después de todo la
autobiografía es como una colección de epitafios: “Aquí yace el momento en que
te encontré”, “Esta es la tumba de aquel baile de graduación, que si no la
mueve nadie la recordaré tal cual”, “Ojalá que nadie exhume el momento
de mi mejor concierto, quizás no fue tan bueno como me pareció”, etc.
¿Es útil
recordar (tener presente) que los recuerdos no existen?. ¿No es una
deslealtad?. ¿Pero …es una decisión racional en primer lugar?. En todo caso la
trampa mental es bastante escurridiza si lo intentan, ...un salmón invisible.
Es tan molesto como tratar de estafarse a uno mismo. Seguramente esa es una
gran lección Zen. Se pueden describir nuestros condicionantes, pero otra cosa muy
distinta es ver como pasan por el lado, sin cambiar nada importante.
Los
recuerdos parecen ser una colección de predicados incambiables. “Yo fui aquel lamentable alumno de
contabilidad, sin embargo…”.
Sabemos
que “ser” (en pasado, presente o futuro) es uno de los verbos más manipulados
por el poder (y por la mayoría de nosotros también). A nivel ideológico es como
una flecha sin destino, no dice 1=1, sino “esto es lo que más vale” según las
directrices del partido, o la cantidad de católicos que van a votar en esta
circunscripción.
El “es”
en lógica no indica necesariamente que una cosa sea igual a otra, sino que
existe un cierto tipo de equivalencia, de variado aspecto que está por
definirse. ¿Alguien puede pensar que todos somos Socrates, porque Socrates es mortal?.
Más confusión
habrá si usamos el mismo verbo para “ser” y “estar”. Imaginen los márgenes de
manipulación posibles. En primer lugar ser no es para nada intercambiable con
estar (por suerte no soy como estoy):
ser es lo opuesto, lo que no se está quieto, la contraposición concreta de un
“estar”.
Por lo
mismo, los tatuajes suelen ser un buen testimonio de que sabemos que los buenos
recuerdos van a desaparecer. Hoy cuando fui al super vi dos, uno en la espalda
bajo el cuello, el típico signo “ying/yang”. Pero otro en la espalda de otra
chica, decía algo así como “Que el dolor de perderte no sea más importante que
la dicha de haberte tenido” (en alguna parte agregaba el nombre del perdido).
Ese contraste de estos dos tatuajes vistos en la misma mañana, me llamó la
atención. Uno, la trascendencia; otro el apego específico. Racionalmente,
incluso espiritualmente, uno puede ser más certero que el otro, seguramente.
Por ejemplo saber que estamos en un naufragio, puede ser mejor que seguir bailando
en la cubierta sin saber lo que nos espera. Aunque el problema es otro: anclarse. Seguir escribiendo soluciones
cuando el problema es escribir. Mirar por la ventana cuando hay que romperla. O
seguir nadando cuando conviene hundirse metafórica y terapéuticamente… o perder cuando todos dicen que hay que ganar. En fin...
De hecho
cambiar de registro probablemente sea una marca de la genialidad. Eso es quitarle
peso a los falsos recuerdos, aunque sólo sea momentáneamente.
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