Por Rodrigo Gómez M.
Esas
distinciones de “inteligencias” de Howard Gardner son un intento chapucero de
volver a las tradicionales categorías de talentos múltiples, en contra de la indiferenciación
capitalista de “inteligencia”. El capitalismo interconectó dos conceptos
distintos y complementarios (con el mismo nombre incluso) para el intercambio
de información alfanumérica inmediata entre agentes espías. La inteligencia individual es un constructo
perfectamente ensamblable con la inteligencia de los servicios de inteligencia de las naciones capitalistas, que fueran
adoptados y reflejados por su contraparte económica soviética (v.gr. KGB). En cuanto a
Gardner podemos decir que la inteligencia está construida en base a una suerte
de decatlón de competencias. Ha
intentado abrir el nicho del valor humano. Medio aplauso por eso. Ahora veamos
en un sentido inverso a esa matriz principal y sus exclusiones.
La supeditación
de los múltiples talentos individuales (y de sus variadas formas de expresión)
al concepto de inteligencia, va de la
mano con la conquista político-mercantil de las cualidades humanas. Conceptos
como competencia, expertise, ocultan
la vigencia social de los objetivos que los conducen. No hay habilidad sin
objetivo, la inteligencia per se es
una violencia del objetivo social impuesto. Sabemos que esta reducción absurda
de las habilidades humanas surgió en el centro de Europa. Durante mucho tiempo
se utilizaron en América (esa cadena de influencias que viene de Estados Unidos
a Sudamérica) los test de Binet para “medir la inteligencia” de un individuo.
Pero la escuela de psicología experimental alemana llevó la delantera en esta perspectiva
de la eficacia cognitivo-industrial
por sobre todas las cosas. Con respecto a Inglaterra - uno de los principales países de origen de la invención de la inteligencia carcelaria- no olvidemos que Francis Galton, el fundador de
la psicometría (medio-primo de Charles Darwin), emergió de la cuna del industrialismo
competitivo moderno y de sus propias distinciones de las cualidades humanas,
las que con toda evidencia otorgaron las bases ideológicas del darwinismo
social que aún padecemos actualmente.
En
contraposición a la inteligencia (ese rapto estatal de las virtudes) la idiotez
en la antigua Grecia fue una abstención de participación política, una falta de
complicidad con el Estado (ο ιδιωτης
es lo opuesto a la polis (πολις),
el conjunto de la población,
y viene de una serie semántica que remite a lo más íntimo del sujeto: ιδιος, α, ον: propio; ιδια, adv. solo, por sí solo, en privado).
Ser inteligente
tiene que ver con lo que yo llamaría campos
perceptivos prevalentes en una determinada sociedad, y en esto conecto con
la distinción entre innovación y creatividad, donde la innovación funciona al
servicio de la empresa y su beneficio mercantil. Es decir, es el equivalente bastardo de la creatividad
que es la que apuesta hasta la muerte económica – y de todo tipo incluso- para
hacer emerger una “novedad conflictiva” socialmente (que modifica presupuestos
paradigmáticos económicos, científicos, etc.), una nueva aparición de lo
excluído por el capitalismo. Pero el mundo de la sociedad industrial avanzada
ha generado sus propias versiones reducidas de lo creativo (más bien de la
variación productiva). Una forma de creatividad no se puede explicar sin su
contexto productivo histórico (el cual incluye las distintas esferas
ideológicas de la producción: estéticas, morales, jurídicas, tecnológicas,
etc.). Es precisamente porque marca una “brecha” con respecto a un sistema
productivo, por lo que se le suele considerar como creativa a una actividad.
En cierto
sentido creativo es opuesto a reactivo, se contrapone a la continuidad de una
práctica. El acto creativo no puede existir sin un componente de emergencia intempestiva, una recuperación
histórica o simbólica inusual.
Las supuestas inhabilidades individuales son evidentemente (y necesariamente) sociales. La inteligencia es una (bastante importante) de las distinciones que trabajan sobre la psique humana para intentar definirla, y por lo tanto controlarla.
Hoy en día hay por lo menos dos puntos que podemos tener claros (incluso apoyados por la ciencias cognitivas actuales):
(Continuará...).
Las supuestas inhabilidades individuales son evidentemente (y necesariamente) sociales. La inteligencia es una (bastante importante) de las distinciones que trabajan sobre la psique humana para intentar definirla, y por lo tanto controlarla.
Hoy en día hay por lo menos dos puntos que podemos tener claros (incluso apoyados por la ciencias cognitivas actuales):
1) La inteligencia
es una profunda regulación de la percepción humana.
2) Lo que hay
al otro lado de la “inteligencia” no es la estupidez, sino lo imprevisible (o
la incertidumbre) para una visión psicométrica del mundo.
(Continuará...).
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