Un animal mágico (el lémur del relato) y las
pestes del mundo. Principalmente las humanas. Son dos temas que atraviesan Ghost of Chance (traducido como El fantasma accidental[1]) de William
Burroughs. El capitán Mission era un aliado de las fuerzas naturales, de un
ánimo fundamental del entorno, de un pretérito sin palabra: “El capitán Mission
no temía al Pánico, ese saber repentino e intolerable que nos dice que todo
está vivo. Él mismo era un emisario del Pánico, del conocimiento que los
humanos temen más que cualquier otro: la verdad de su origen. Está tan cerca.
Basta borrar las palabras y mirar.” Sin embargo el hombre, arrebatado de
codicia, amenaza ese lugar sin tiempo donde han habitado los lémures: “La
belleza siempre está condenada.”. Cristo
habla, y es como el rostro maligno hecho de su sangre verdosa. El poder
devuelto al mundo natural –en contra del monopolio de los milagros que
practicara Cristo – es también una devolución del poder al hombre: “De hecho,
cada persona tiene la capacidad de curar y de influir en el clima.”. Deciamos
en la nota que una traducción más adecuada podría ser El
fantasma de la oportunidad. La metonimia de la oportunidad: el lémur. Ella
también apunta al interior del hombre. “El hombre sabe que dispone de una
oportunidad para crear la conexión que animará el ser que lleva en su cuerpo.
Si no lo hace, el pequeño ser morirá dentro de él.”. Esa oportunidad es un
retorno. Una superación de la escisión operada por la cultura. “El hombre
vendió su alma a cambio del tiempo, del lenguaje, de las herramientas, de las
armas y de la dominación. Y para asegurarse de que no se saliese de madre,
estos invasores mantienen una plaza fuerte en el hemisferio cerebral no
dominante. […]Una hendedura forma parte del organismo humano, la hendedura o
grieta entre los dos hemisferios, de modo que cualquier intento de síntesis ha
de permanecer inalcanzable en términos humanos. Extraigo un paralelo entre esta
hendidura que separa los dos costados del cuerpo humano y la hendedura que
dividía Madagascar de África continental. Un lado de la hendedura se fue a la
deriva hacia una inocencia encantada, atemporal. El otro se movió,
inexorablemente, hacia el lenguaje, el tiempo, el uso de las herramientas, de
las armas, la guerra, la explotación y la esclavitud.”.
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