Por Rodrigo Gómez M
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Se podría decir simplificando que la filosofía ha sido un espacio
escritural para el ejercicio de la razón y la poesía para la expresión de la vida afectiva del hombre. Aunque ambas formas de escritura han tratado sobre los temas más
profundos de la existencia humana (amor, muerte, pesar, soledad, etc.), la
poesía permitió exponer el lado desviado
del lenguaje que mejor se amoldaba a las pulsiones de lo inconsciente.
María Zambrano recuerda la “condenación de la poesía” a favor del Logos
filosófico en Platón, que la lleva a “una vida azarosa y como al margen de la
ley”. Allí comienza su “caminar por estrechos senderos, su andar errabundo y a
ratos extraviado, su locura creciente, su maldición.”. Opone a su vez, lo
súbito de lo poético, que se vincula directamente con el carácter de azaroso y
circunstancial destacado por el surrealismo, frente a la vocación indagatoria y
metódica de la actividad filosófica: “La poesía es encuentro, don, hallazgo por
gracia. La filosofía busca, requerimiento guiado por un método.”
Uno de los momentos más importantes de diálogo entre poesía y filosofía,
durante la modernidad, se concretó en la relación entre Hölderlin, Hegel y Schelling.
Las inquietudes intelectuales de los tres son muy cercanas. Hölderlin asiste a
las clases de Fichte. De hecho le escribe el siguiente comentario a Hegel sobre
el pensamiento de Fichte: “Su Yo absoluto (=Sustancia de Spinoza) encierra toda
la realidad. Es todo y fuera de él no hay nada. Por tanto, este Yo absoluto no
tiene objeto; de otro modo, no encerraría toda la realidad. Pero una conciencia
sin objeto es impensable […] De modo que una conciencia es impensable en el Yo
absoluto, como Yo absoluto no tengo conciencia, y, en tanto en cuanto no tengo
conciencia, soy nada (para mí) y el Yo absoluto es (para mí) Nada.” En El más antiguo programa sistemático del
idealismo alemán, se exponen vínculos y relaciones claros entre lo poético y
lo filosófico: “Estoy convencido de que el acto supremo de la razón, al
contener ésta todas las ideas, es un acto estético, y de que verdad y bondad sólo se pueden hermanar
en la belleza. Precisamente el
filósofo debe poseer tanta fuerza estética como el poeta.”, o: “La filosofía
del espíritu es una filosofía estética. No se puede ser lúcido en ningún
ámbito, ni siquiera se puede razonar lúcidamente sobre la historia, si falta el
sentido estético.”. Luego se añade la consecuencia que se derivaría al
expandirse y encarnarse este sentido estético: “La poesía recibiría con ello
una mayor dignidad y de esta manera finalmente llegaría a ser de nuevo lo que
era en un principio: maestra de la
humanidad. Pues no hay ni filosofía ni historia. Sólo la poesía es lo único
que sobrevivirá al resto de las ciencias y las artes.”
Schelling en Filosofía del arte precisa el sentido idealista de la poesía: “La
forma general de la poesía es la de
representar las ideas en el discurso y el lenguaje.” Schelling entiende el
lenguaje como “el símbolo más adecuado para el acto absoluto del conocimiento,
pues, por una parte, éste aparece en el lenguaje como ideal, no real, igual que en el ser, aunque, por otra parte, se
integra a través de algo real sin dejar de ser ideal.” Con respecto a la
relación misma entre poesía y lenguaje, Schelling afirma: “El lenguaje en sí
mismo es el caos con que la poesía debe formar los cuerpos de sus ideas. Pero
como cualquier otra obra de arte, la obra poética debe ser algo absoluto en lo
particular, un universo, un cuerpo físico.” Más adelante reflexiona sobre la
poesía lírica en particular. Agrego aquí algunas de sus ideas al respecto: “La
poesía lírica es en general la representación de lo infinito o general en lo
particular.”. “Como la poesía lírica es la especie poética más subjetiva, en
ella predomina necesariamente la libertad. Ninguna otra especie está menos
sometida a la coerción. Los desvíos más audaces de la sucesión ordinaria en el
pensamiento le están permitidos, y sólo se trata de mantener una conexión en el
ánimo del poeta o del oyente, y no objetivamente o fuera de él.”. “El en-sí de toda poesía lírica es la
representación de lo infinito en lo finito, pero, como sólo se mueve en la
sucesión, la oposición entre lo
infinito y lo finito surge, diríamos, como principio interior de vida y
movimiento.” (Trad.: Virginia López-Dominguez. Tecnos, 1999. Madrid.)
Por otra parte, uno de los principales integrantes del llamado “círculo de
Jena”, Friedrich Schlegel en Conversación
sobre la poesía, apunta a un antiguo e importante vínculo entre poesía y
filosofía que se dio en Grecia: “En aras de la exhaustividad debo mencionar que
las primeras fuentes y modelos del poema didascálico, los intercambios
recíprocos entre poesía y filosofía, se deben buscar también en la época de
florecimiento de la cultura antigua: en los himnos de alabanza inspirados en la
naturaleza de los misterios, en las ricas enseñanzas de las sentencias gnómicas
relativas a lo social, en los poemas omniabarcadores de Empédocles y de otros
sabios e incluso en los simposios, en los que la conversación filosófica y su
representación se vuelve por completo poesía.”. Y a través de los personajes de
este cenáculo ficticio, resalta más de una vez la importante y beneficiosa influencia
que Spinoza debería tener sobre un poeta, claro que sin especificar muy bien en
que sentido, salvo por lo que se considera su carácter místico.
En la introducción del libro Filosofía
y poesía: dos aproximaciones a la verdad, compilado por Gianni Vattimo se
observa que con la poesía nos alejamos de un riesgo filosófico: “el de ser
rebatidos en la argumentación o sobre cuestiones de hecho”.
Una contraposición moderna entre Heidegger y Celan, como la que hace notar
Paulo Barone en un ensayo posterior de este libro, subraya una diferencia
importante entre ambos: Heidegger “confiaba en una lejanía esclarecedora” con
respecto al saber, en cambio Celan “insistía en la palabra inmediata (das unverzügliche Wort).” Las dos
posturas estaban representadas, en cierta forma por el weitsichkeit (pensar distante) de Heidegger, y el Brennpunkt o punto focal de Celan. Por
otro lado uno de los conceptos claves de Heidegger, con respecto a -y en contra
de- la sustracción metafísica del Ser, será el acontecimiento (Ereignis), que es precisamente el
momento en que el Ser puede realmente ser reconocido, ya que el Ser es
movilidad y sólo se da en el presente, un presente que se reconstituye
permanentemente. Y es el presente precisamente lo que pretende capturar Celan
poéticamente. De hecho busca dar consistencia a un “estado de cosas irrepetible
y único”, con el recurso de emplear o señalar una fecha en el texto. Y aquí
Barone señala una clara vinculación entre Heidegger y Celan: “el presente
transitorio, concentrado en las fechas de Celan, define el presente perpetuo de
Heidegger, al impedir que en su oscilación, no ulteriormente reducible y por lo
tanto infinita, se pierda la percepción misma del aspecto “pequeñísimo y
sumamente huidizo” de las cosas.”
Precisamente Gaetano Chiurazzi en otro ensayo contenido en este libro,
titulado Los sentidos del ser: incluye
una cita de “Ser y tiempo” en que Heidegger señala que el fin específico del
discurso “poético” sería la “comunicación de las posibilidades existenciales de
la situación emotiva, es decir la apertura de la existencia”. Luego de referirse
a la cualidad cuestionadora del arte, Chiurazzi
concluye una relación directa entre el rol del poeta y el del filósofo ya que, en
la perspectiva heideggeriana, la actividad filosófica de la pregunta por el Ser
surge precisamente a partir de un estado de ánimo fundamental, que es la angustia,
y, como se mencionaba antes, el discurso poético para Heidegger es una comunicación
existencial a partir de una huella emocional, por lo tanto ambos lenguajes
provienen de una apertura sensible del ser-ahí, y se dirigen hacia sus ecos
experienciales.
Termino precisamente con dos fragmentos suyos contenidos en Pensamientos poéticos (Herder, 2012):
EL POETA
regala al pensamiento de la pregunta por el ser
para su paso atrás
las palabras
conductoras.
*
El paso atrás del pensamiento
poniendo ante el
reservamiento
del apropiamiento, que usa de nosotros y nos necesita,
desde el ámbito de la potestad capacitante
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