sábado, 19 de abril de 2014

¿Síndrome de Asperger?: Otro bluff capitalista



 Por Rodrigo Gómez M.


¿Quién dijo que la psiquiatría era una rama de la medicina?. Es una rama de la discriminación y la intolerancia. Una especificidad de estas.
Cuando un sistema de comunicación acumula averías es necesario darles una forma única (perfilar al enemigo) a manera de "causa" o de "agente" o, específicamente, personalizar este cúmulo para poder intervenir más fácilmente con el fin de revertirlo. A pesar del desarrollo y divulgación del pensamiento sistémico o las teorías de la complejidad, la singularización y la personalización son recursos sociales de los que no nos podemos deshacer.
Una persona que no sabe mentir, que no puede ser hipócrita, no entiende burlas o chanzas en doble sentido, no es un individuo indicado para vivir en un entorno psicocapitalista donde priman los neuróticos. Un neurótico es un ser vil, que ha retorcido sus instintos para poder acomodarse por oportunismo a su medio social, negándose y mintiendo. Un neurótico acumula “sombra” porque vive fuera de sí mismo y temporalmente para después (un después que nunca llegará). Pero colectivamente es el que domina como estereotipo útil. Se mantiene por medio de una colectividad que sólo puede vigilarse a sí misma.
No existe absolutamente ninguna prueba científica que verifique que el síndrome de Asperger pueda ser detectado con tests empíricos. El descarado engaño del "trastorno del desarrollo cerebral" o de la "condición neurológica" NO puede ser comprobado científicamente de ningún modo, así como aún no existe ninguna ciencia humana que pueda relacionar un cúmulo de reacciones neuroquímicas con la incapacidad para mentir.
Decir que existe algo así como el "síndrome de Asperger", es muy cercano a decir que la homosexualidad es una enfermedad (como aún se consideraba por la Organización Mundial de la Salud hasta el año 1990), se etiquetan conductas en lugar de síntomas para determinar el nivel de operatividad social dentro de un entorno capitalista que el individuo pueda poseer. Lo que explicaba Thomas Szasz con claridad acerca de que ni la buena conducta ni la mala conducta son enfermedades, también se aplica para lo que más sutilmente se han llamado desórdenes mentales. Así lo hizo el mismo Szasz, refiriéndose al llamado "Trastorno por déficit de atención con hiperactividad" (TDAH). Hay un distinto modo de actuar social señalado con el dedo, eso es todo. En lugar de ser una especie de santo (o lo que en ciertos contextos se denominaba un "idiota", o "el idiota del pueblo", para luego ser también "el idiota de la familia"), que no practica las triquiñuelas del arribismo social, que es excesivamente ingenuo, "bonachón", entre otros rasgos usuales, al "afectado" con el síndrome de Asperger se le trastorna, es decir se transforma su vida en un trastorno a través de un diagnóstico que está fundamentado por la autoridad médica.
Un aspecto útil de esta etiqueta social es que resulta ser autodelatora de un modus operandi, en el que la educación en diversas formas de engaño parece ser necesaria para la cohesión social. Formas que serían su trasfondo y su adhesivo indispensable.
Sabemos que el capitalismo ha llevado a producir nuevas categorías nosológicas acordes a su moral implícita y a sus intereses políticos. Conocemos también la importancia que ha tenido el ámbito clínico para regular las conductas sociales: donde el mal moral persista y la responsabilidad individual tras ese mal disminuya o desaparezca, surge el factor patológico como causa. Los consensos sociales siguen así incuestionados.
Similarmente a como algunos exponentes de la antipsiquiatría han explicado el desarrollo de los trastornos esquizoides dentro de ciertas familias, se puede observar que una serie de deficiencias comunicativas en el entorno familiar inmediato vinculadas al engaño, la incongruencia, la inexpresividad corporal de los padres o la omisión de información elemental, a los que se suman un cúmulo de desinteligencias (en cascada), conflictos, violencias, acoso... dentro de los grupos escolares y de formación extrafamiliar, incluyendo la alta posibilidad de bullying (por los vacíos/errores en la adaptabilidad social del niño), pueden llevar fácilmente a tipos de conductas "anómalas", excepcionales y disruptivas, que no pueden distinguirse "científicamente" de los rasgos catalogados dentro del "síndrome de Asperger".
Se preservan por tanto las limitaciones comunicativas en el interior de la familia, y se produce a la vez un encubrimiento o complicidad con las interacciones sociales nefastas y violentas dentro de distintos grupos. En este aspecto me parece útil hacer referencia a la cercanía entre un autista y un no-autista, o más bien, al vínculo profundo que puede existir entre ellos: "Decir que las diferencias que nos distinguen del modo del ser autista son de grado y no de tipo, implica reconocer como autistas ciertos estados de conciencia surgidos en situaciones particulares; en este sentido las posibilidades son muy variadas pero siempre traumáticas: la privación social, el hospitalismo, la angustia extrema, la ansiedad, el miedo, el dolor, la tortura, etc., en todas estas situaciones, la persona se autiza, se "encapsula", como acto reflejo del ser ante una situación angustiante, amenazadora e incomprensible."(Marcel Arvea Damián, El autismo, 2006). El interesante estudio recién citado expone brevemente algunas reflexiones sobre la responsabilidad ética frente a los estados mórbidos. El Estado o la sociedad en su conjunto tienden a actuar para "la reproducción de lo mismo". Otro aspecto relacionado con tal mantenimiento del statu quo, mencionado en el estudio de Arvea Damián, es que los estados patológicos pueden ser considerados como "una sangría a la economía nacional", ya que "la enfermedad consume sin producir.". La lamentable condición del paciente se puede concebir como una suma entre la dolencia íntima con respecto a las situaciones afectivamente más inmediatas, y lo destructivo y desalentador de unas circunstancias socioeconómicas excluyentes; el autor resume: "A esta opresión y exclusión social contra la enfermedad como negatividad se agrega el dolor corporal y el sufrimiento mental de la persona enferma y de sus familiares y seres queridos."
Las patologías más afectadas por un trato excluyente, tienden a ser las hereditarias y las crónicas; como se expone más adelante: "Los padecimientos hereditarios y crónicos son los más despreciados por el sistema precisamente por la sangría permanente para el gasto estratégico destinado a la producción y la defensa. En este sentido, vale la pena considerar que sobre toda esta injusticia social que cae perpetuamente sobre la persona crónicamente enferma, se eleva la ideología sádica e inhumana del Capital."

(Continuará...)

1 comentario:

  1. Shalom. Ahora, con la nueva ley y clasificación psiquiátrica, la cosa está mucho peor... Excelente análisis. Un abrazo. Marcel Arvea.

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