Por Rodrigo Gómez M.
¿Quién dijo que la psiquiatría
era una rama de la medicina?. Es una rama de la discriminación y la
intolerancia. Una especificidad de estas.
Cuando un sistema de comunicación
acumula averías es necesario darles una forma única (perfilar al enemigo) a
manera de "causa" o de "agente" o, específicamente,
personalizar este cúmulo para poder intervenir más fácilmente con el fin de
revertirlo. A pesar del desarrollo y divulgación del pensamiento sistémico o
las teorías de la complejidad, la singularización y la personalización son
recursos sociales de los que no nos podemos deshacer.
Una persona que no sabe mentir,
que no puede ser hipócrita, no entiende burlas o chanzas en doble sentido, no
es un individuo indicado para vivir en un entorno psicocapitalista donde priman
los neuróticos. Un neurótico es un ser vil, que ha retorcido sus instintos para
poder acomodarse por oportunismo a su medio social, negándose y mintiendo. Un
neurótico acumula “sombra” porque vive fuera de sí mismo y temporalmente para
después (un después que nunca llegará). Pero colectivamente es el que domina
como estereotipo útil. Se mantiene por medio de una colectividad que sólo puede
vigilarse a sí misma.
No existe absolutamente ninguna
prueba científica que verifique que el síndrome de Asperger pueda ser detectado
con tests empíricos. El descarado engaño del "trastorno del desarrollo
cerebral" o de la "condición neurológica" NO puede ser
comprobado científicamente de ningún modo, así como aún no existe ninguna
ciencia humana que pueda relacionar un cúmulo de reacciones neuroquímicas con
la incapacidad para mentir.
Decir que existe algo así como el
"síndrome de Asperger", es muy cercano a decir que la homosexualidad
es una enfermedad (como aún se consideraba por la Organización Mundial
de la Salud
hasta el año 1990), se etiquetan conductas en lugar de síntomas para determinar
el nivel de operatividad social dentro de un entorno capitalista que el
individuo pueda poseer. Lo que explicaba Thomas Szasz con claridad acerca de
que ni la buena conducta ni la mala conducta son enfermedades, también se
aplica para lo que más sutilmente se han llamado desórdenes mentales. Así lo
hizo el mismo Szasz, refiriéndose al llamado "Trastorno por déficit de
atención con hiperactividad" (TDAH). Hay un distinto modo de actuar social
señalado con el dedo, eso es todo. En lugar de ser una especie de santo (o lo
que en ciertos contextos se denominaba un "idiota", o "el idiota
del pueblo", para luego ser también "el idiota de la familia"),
que no practica las triquiñuelas del arribismo social, que es excesivamente
ingenuo, "bonachón", entre otros rasgos usuales, al
"afectado" con el síndrome de Asperger se le trastorna, es decir se
transforma su vida en un trastorno a través de un diagnóstico que está
fundamentado por la autoridad médica.
Un aspecto útil de esta etiqueta
social es que resulta ser autodelatora de un modus operandi, en el que la
educación en diversas formas de engaño parece ser necesaria para la cohesión
social. Formas que serían su trasfondo y su adhesivo indispensable.
Sabemos que el capitalismo ha
llevado a producir nuevas categorías nosológicas acordes a su moral implícita y
a sus intereses políticos. Conocemos también la importancia que ha tenido el
ámbito clínico para regular las conductas sociales: donde el mal moral persista
y la responsabilidad individual tras ese mal disminuya o desaparezca, surge el
factor patológico como causa. Los consensos sociales siguen así incuestionados.
Similarmente a como algunos
exponentes de la antipsiquiatría han explicado el desarrollo de los trastornos
esquizoides dentro de ciertas familias, se puede observar que una serie de
deficiencias comunicativas en el entorno familiar inmediato vinculadas al
engaño, la incongruencia, la inexpresividad corporal de los padres o la omisión
de información elemental, a los que se suman un cúmulo de desinteligencias (en
cascada), conflictos, violencias, acoso... dentro de los grupos escolares y de
formación extrafamiliar, incluyendo la alta posibilidad de bullying (por los
vacíos/errores en la adaptabilidad social del niño), pueden llevar fácilmente a
tipos de conductas "anómalas", excepcionales y disruptivas, que no
pueden distinguirse "científicamente" de los rasgos catalogados
dentro del "síndrome de Asperger".
Se preservan por tanto las
limitaciones comunicativas en el interior de la familia, y se produce a la vez
un encubrimiento o complicidad con las interacciones sociales nefastas y
violentas dentro de distintos grupos. En este aspecto me parece útil hacer
referencia a la cercanía entre un autista y un no-autista, o más bien, al
vínculo profundo que puede existir entre ellos: "Decir que las diferencias
que nos distinguen del modo del ser autista son de grado y no de tipo, implica
reconocer como autistas ciertos estados de conciencia surgidos en situaciones
particulares; en este sentido las posibilidades son muy variadas pero siempre
traumáticas: la privación social, el hospitalismo, la angustia extrema, la
ansiedad, el miedo, el dolor, la tortura, etc., en todas estas situaciones, la
persona se autiza, se "encapsula", como acto reflejo del ser ante una
situación angustiante, amenazadora e incomprensible."(Marcel Arvea Damián,
El autismo, 2006). El interesante estudio recién citado expone brevemente
algunas reflexiones sobre la responsabilidad ética frente a los estados
mórbidos. El Estado o la sociedad en su conjunto tienden a actuar para "la
reproducción de lo mismo". Otro aspecto relacionado con tal mantenimiento
del statu quo, mencionado en el estudio de Arvea Damián, es que los estados
patológicos pueden ser considerados como "una sangría a la economía
nacional", ya que "la enfermedad consume sin producir.". La
lamentable condición del paciente se puede concebir como una suma entre la
dolencia íntima con respecto a las situaciones afectivamente más inmediatas, y
lo destructivo y desalentador de unas circunstancias socioeconómicas
excluyentes; el autor resume: "A esta opresión y exclusión social contra
la enfermedad como negatividad se agrega el dolor corporal y el sufrimiento
mental de la persona enferma y de sus familiares y seres queridos."
Las patologías más afectadas por
un trato excluyente, tienden a ser las hereditarias y las crónicas; como se expone
más adelante: "Los padecimientos hereditarios y crónicos son los más
despreciados por el sistema precisamente por la sangría permanente para el
gasto estratégico destinado a la producción y la defensa. En este sentido, vale
la pena considerar que sobre toda esta injusticia social que cae perpetuamente
sobre la persona crónicamente enferma, se eleva la ideología sádica e inhumana
del Capital."
(Continuará...)