Buen año para recordar a
Moravagine, el singular personaje de la novela de Blaise Cendrars del mismo
nombre. Esta novela, revisada y corregida muchas veces por Cendrars, y a través
de por lo menos 30 años, fue publicada por primera vez en Francia el año 1926,
y luego nuevamente en 1956, ampliada y corregida. Brevemente se puede decir que
la novela trata del encuentro y las
visicitudes del médico psiquiatra Raymundo La Ciencia (Raymond la Science) con un paciente
carismático e intrépido llamado Moravagine, al que ayuda a huir del
psiquiátrico en que se encuentra interno, y donde este psiquiatra ha llegado a
trabajar como primer asistente del doctor Stein, quien dirige el sanatorio o
psiquiátrico en cuestión. Moravagine es abandonado allí por su familia
aristócrata hungara, luego de una oscura historia en la que él termina
cometiendo un cruel asesinato. A partir de la fuga del sanatorio vienen las
peripecias que los llevan por Berlín (donde se insinua que Moravagine pudo
cometer crimenes en serie), por Rusia (donde se unen a un grupo
revolucionario), o posteriormente, al escapar de Europa, a realizar en América una accidentada travesía
por el Amazonas. Todos estos trayectos realizados por un médico que sigue a su
paciente por “simpatía irresistible hacia este hombre pequeño, singular y
trágico” que era, a sus ojos, Moravagine.
Digo que es un buen año para
recordar a Moravagine, en parte porque, aunque no es una novela de anticipación,
sino más bien cercana a la de aventuras y algo rocambolesca, en la tercera
parte de esta novela, dedicada a los manuscritos de Moravagine, su primer
capítulo se refiere precisamente a este año, y se titula “El año 2013”, el cual es seguido
inmediatamente después por el capítulo titulado “El fin del mundo”. Al parecer
no habría razones para alarmarse si se creyera en la existencia de dones
proféticos por parte de Moravagine (o de
Cendrars). Para aclarar esto, intentaré mostrar en qué consiste este brevísimo
capítulo (de dos páginas) sobre el año 2013. Luego de mencionar el encuentro
con los fajos de los manuscritos, Raimundo La Ciencia escribe:
“El primer fajo se titula El año 2013. Contiene datos históricos,
sociales y económicos sobre los sucesos que nos acontecieron a nosotros,
hombres, las primeras relaciones establecidas con el planeta Marte, así como la
historia del primer viaje y el origen de esas relaciones. La narración está
deshilvanada. Este estudio está ¡desgraciadamente! incompleto y presenta
ciertas lagunas que no he podido cubrir. Moravagine hablaba muy poco de su
estancia en el planeta Marte.”
Luego La Ciencia nos dice que
(sugerente juego de duplicidad semántica) el manuscrito se divide en tres
partes, y sólo se limita a transcribir los títulos de las partes y de sus
correspondientes capítulos. La primera contiene tan sólo un trozo lírico
titulado “La tierra, 2 de agosto de 1914.”. La segunda (de siete capítulos)
menciona una Gran Guerra que va de 1914 a 2013, y también hay otro capítulo sobre
las relaciones de la civilización humana con la “Kultur marciana”. La tercera
contiene otro trozo lírico titulado “Marte, 2 de agosto del 2013.” A partir de los
títulos (como el “Capítulo VII: El Porqué de la Guerra.”), la imaginación
puede sentirse estimulada a suponer una gran variedad de posibles sucesos
históricos, que de fondo remiten a esa Gran Guerra de 99 años, que comienza el
mismo año de inicio de la Primera Guerra
Mundial. También puede suponerse una influencia directa –nociva o no- de parte
de los marcianos. Si es que acaso estaban involucrados con los acontecimientos
del mundo durante o antes de la guerra, o tal vez llegaron a actuar como
salvadores del mundo ante el conflicto. Despierta también ganas de saber que
habrá contenido ese trozo lírico final (“Marte, 2 de agosto del 2013.”) del manuscrito.
Resulta interesante también que un
capítulo central (por ubicación por lo menos), sea el IV (“Historia de Dos
Desertores.”), ya que podría ser una autoinclusión dentro de la inclusión del
manuscrito, de los dos personajes protagonistas -Raimundo La Ciencia y Moravagine-
quienes se fugan de las normativas fijadas por los órdenes ideológicos del
capitalismo e incluso del comunismo (se vuelven más bien anarquistas, ya que
buscan derrocar al regimen, pero a la vez no dudan en traicionar a sus compañeros
de bando, revolucionarios rusos, cuando lo amerita una necesidad profunda e
imprevisible de Moravagine, quien es la principal fuerza-guía de los
acontecimientos narrados).
Ya en el primer capítulo (“El espíritu
de una época”), Raimundo La
Ciencia plantea su posición frente a un determinado accionar
social implícito, que el mismo La
Ciencia señala con el nombre de profilaxis: “¿En nombre de qué ley, de qué moral, de qué sociedad
se permiten castigar? Internan, secuestran, aíslan a los individuos más
señalados. Mutilan a los genios filosóficos, portadores, anunciadores de la
salud del mañana. […]Sus teorías: defecación, hipómano. Se han convertido en
agentes de una virtud burguesa, innoble, antiguamente propiedad exclusiva de
beatones; han puesto su saber a disposición de una policía de Estado y han
organizado la destrucción sistemática de todo lo que es fundamentalmente
idealista, es decir, independiente.”. Luego apunta directamente a lo que hoy en
día llamaríamos el “orden psiquiátrico”: “Mirad a los alienistas. Se han
convertido en los servidores del crimen de los ricos. Bajo el modelo de Sodoma
y Gomorra, han instalado paraísos a contrapelo; han edificado casas cerradas
cuyo umbral sólo se franquea a golpe de billetes de banco, cuyo sésamo es el
oro.”. Mezcla de centro de entretenciones y casa de reposo para adinerados,
estas “casas cerradas” serían lugares de privilegio donde se permiten las
distintas desviaciones sexuales o parafilias, y más ampliamente las
desviaciones sociales de distinto tipo que están vedadas para el ciudadano
medio (de menor nivel socioeconómico), en nombre de la salud pública: “Ahí todo
está arreglado para el entretenimiento y el desarrollo de los vicios más raros.
Ahí la ciencia más refinada favorece el sibaritismo de perturbados y de
maníacos de una complejidad tan espantosamente moderna que los antojos de un
Luis II de Baviera o de un Marqués de Sade no son más que juegos exquisitos.
Ahí el crimen es regla. Nada es mostruoso, ni contra natura, Todo lo que es
humano está ausente. La prótesis funciona en un silencio acolchado.” Detrás de
estos paraísos asistenciales está la necesidad de orden público, de aislamiento
sistemático de la consumación del deseo en sus formas prohibidas, pero
reconocidas. Entonces conviene hacer la distinción. Están estos centros de
privilegio, y están las prisiones de “alienados” desfavorecidos social y
económicamente. Entre los spa de las extremas libertades y los centros de reclusión
de libertinos indeseables.
Si es que se dan adhesiones a
colectivos durante sus aventuras (como en el caso de los revolucionarios
rusos), lo que mueve a Moravagine, e indirectamente a La ciencia, que actúa en
buena medida siguiendo la iniciativa de aquél, es un impulso ciego de la
naturaleza que no se deja domesticar ni por sectores políticos, ni incluso
morales: “¿Ángeles o demonios? No, permítanme reírme: autómatas, simplemente.
Actuábamos como una máquina que gira en el vacío, hasta el agotamiento,
inútilmente, como la vida, como la muerte, como se sueña. Ya ni siquiera
teníamos el gusto de la desgracia.”. Se
podría hablar de nihilismo. O decir que Raimundo La Ciencia ha descubierto en
Moravagine la verdadera fuente de la “Gaya Ciencia”.
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