sábado, 27 de septiembre de 2014

ANTOLOGIA PERSONAL DE POESIA (III)

Allen Ginsberg (1926-1997)

Kaddish [1]


Es extraño pensar ahora en ti, que te fuiste sin corsés ni ojos, mientras camino por el asfalto soleado del Greenwich Village.
Manhattan, claro mediodía invernal. Y me he pasado toda la noche despierto, hablando, hablando, leyendo el Kaddish en voz alta, escuchando los blues de Ray Charles gritar ciegos en el fonógrafo
el ritmo el ritmo – y tu recuerdo en mi cabeza tres años después – Y leyendo en voz alta los últimos versos triunfales de Adonais – llorando, dándome cuenta de lo que sufrimos –
Y cómo la Muerte es ese remedio que todos los cantantes sueñan, cantan, recuerdan, profetizan como el Himno Hebreo o en el Libro Budista de las Respuestas – y mi propia imaginación de una hoja marchita - al alba –
Volviendo a soñar la vida, Tu tiempo – y el mío acelerando hacia el Apocalipsis,
el momento final – la flor ardiendo en el Día – y lo que viene después,
evocando la mente que vio una ciudad americana
a un relámpago de distancia, y el gran sueño de Mí o de China o de ti y una Rusia fantasma, o una cama deshecha que nunca existió –
como un poema en la oscuridad – escapando al Olvido – Nada más que decir, y nada que llorar excepto los Seres del Sueño, atrapados en su desaparición,
suspirando, gritando, comprando y vendiendo pedazos de fantasmas, venerándose unos a otros,
venerando al Dios incluido en todo eso - ¿añoranza o inevitabilidad? – mientras dura, una Visión - ¿algo más?
Salta a mi alrededor, cuando salgo y camino por la calle, miro por encima del hombro, la Séptima Avenida, las almenas de los edificios de oficinas de cristal hombro contra hombro en las alturas, bajo una nube, altos como el cielo por un instante – y el cielo encima – un viejo lugar azul.


[1] Comienzo del poema según la traducción de Josep Costa Prieto.

ANTOLOGIA PERSONAL DE POESIA (II)


Roberto Fernández Retamar (n.1930)


Felices los normales

                                                                                                   A Antonia Eiriz



Felices los normales, esos seres extraños.
Los que no tuvieron una madre loca, un padre borracho, un hijo delincuente,
Una casa en ninguna parte, una enfermedad desconocida,
Los que no han sido calcinados por un amor devorante,
Los que vivieron los diecisiete rostros de la sonrisa y un poco más,
Los llenos de zapatos, los arcángeles con sombreros,
Los satisfechos, los gordos, los lindos,
Los rintintín y sus secuaces, los que cómo no, por aquí,
Los que ganan, los que son queridos hasta la empuñadura,
Los flautistas acompañados por ratones,
Los vendedores y sus compradores,
Los caballeros ligeramente sobrehumanos,
Los hombres vestidos de truenos y las mujeres de relámpagos,
Los delicados, los sensatos, los finos,
Los amables, los dulces, los comestibles y los bebestibles.
Felices las aves, el estiércol, las piedras.
Pero que den paso a los que hacen los mundos y los sueños,
Las ilusiones, las sinfonías, las palabras que nos desbaratan
Y nos construyen, los más locos que sus madres, los más borrachos
Que sus padres y más delincuentes que sus hijos
Y más devorados por amores calcinantes.
Que les dejen su sitio en el infierno, y basta.

viernes, 26 de septiembre de 2014

ANTOLOGIA PERSONAL DE POESIA (I)


César Moro (1903-1956)


A vista perdida

No renunciaré jamás al lujo insolente al desenfreno suntuoso de pelos
              como fasces finísimas colgadas de cuerdas y de sables

Los paisajes de la saliva inmensos y con pequeños cañones de
              plumas-fuentes

El tornasol violento de la saliva

La palabra designando el objeto propuesto por su contrario

El árbol como una lamparilla mínima

La pérdida de las facultades y la adquisición de la demencia

El lenguaje afásico y sus perspectivas embriagadoras

La logoclonia el tic la rabia el bostezo interminable

La estereotipia el pensamiento prolijo

El estupor

El estupor de cuentas de cristal

El estupor de vaho de cristal de ramas de coral de bronquios y de
                plumas

El estupor submarino y terso resbalando perlas de fuego impermeable
                a la risa como un plumaje de ánade delante de los ojos

El estupor inclinado a la izquierda flameante a la derecha de columnas
                de trapo y de humo en el centro detrás de una escalera
                vertical sobre un columpio

Bocas de dientes de azúcar y lenguas de petróleo renacientes y
                 moribundas descuelgan coronas sobre senos opulentos bañados
                 de miel y de racimos ácidos y variables de saliva

El estupor robo -de estrellas gallinas limpias labradas en roca y tierna
                 tierra firme mide la tierra del largo de los ojos

El estupor joven paria de altura afortunada

El estupor mujeres dormidas sobre colchones de cáscaras de fruta
                 coronadas de cadenas finas desnudas

El estupor los trenes de la víspera recogiendo los ojos dispersos en
                 las praderas cuando el tren vuela y el silencio no puede seguir
                 al tren que tiembla

El estupor como ganzúa derribando puertas mentales desvencijando
                la mirada de agua y la mirada que se pierde en lo umbrío de la
                madera seca Tritones velludos resguardan una camisa de mujer
                que duerme desnuda en el bosque y transita la pradera limitada
                por procesos mentales no bien definidos sobrellevando
                interrogatorios y respuestas de las piedras desatadas y feroces
                teniendo en cuenta el último caballo muerto al nacer el alba de
                las ropas íntimas de mi abuela y gruñir mi abuelo de cara a la
                pared

El estupor las sillas vuelan al encuentro de un tonel vacío cubierto
                de yedra pobre vecina del altillo volador pidiendo el encaje y
                el desagüe para los lirios de manteleta primaria mientras una
                mujer violenta se remanga las faldas y enseña la imagen de la
                Virgen acompañada de cerdos coronados con triple corona y
                moños bicolores.

La medianoche se afeita el hombro izquierdo sobre el hombro derecho
                crece el pasto pestilente y rico en aglomeraciones de minúsculos
                carneros vaticinadores y de vitaminas pintadas de árboles de
                fresca sombrilla con caireles y rulos

Los miosotis y otros pesados geranios escupen su miseria

El grandioso crepúsculo boreal del pensamiento esquizofrénico

La sublime interpretación delirante de la realidad

No renunciaré jamás al lujo primordial de tus caídas vertiginosas
                oh locura de diamante

De "La tortuga ecuestre" 1936-1939