Por Rodrigo Gómez M.
El tema sonará obvio:
El control social está en nosotros. Lo internalizamos. Nos
han ganado. Somos ganado...
El controlador interiorizado en la mente del hombre es
condición para lo que se ha denominado “sociedad del rendimiento”. El filósofo
alemán (de origen coreano) Byung-Chul Han plantea el punto de agotamiento y derrota al que puede
llegar el individuo, al sentirse sometido a la extrema presión del poder hacer,
que se manifiesta en este tipo de sociedad, y lo relaciona con los trastornos
depresivos: “El lamento del individuo depresivo, “Nada es posible”, solamente
puede manifestarse dentro de una sociedad que cree que “Nada es imposible”.
No-poder-poder-más conduce a un destructivo reproche de sí mismo y a la
autoagresión. El sujeto de rendimiento se encuentra en guerra consigo mismo y
el depresivo es el inválido de esta guerra interiorizada.”
Por otro lado podemos observar los mecanismos eficaces para
mantener un nivel de control en parte sutil. Las mayorías de población en los
países capitalistas actuales están programados culturalmente para evadir a las
voces, que veinte años atrás podían provenir de guías revolucionarios, a veces
por considerarlos "desequilibrados", "geek",
"weird", "freak" o cualquiera de estas etiquetas
exportadas por la cultura pop del capitalismo, para vacunarse de disidencia
social y/o política, y que tan bien se han tragado los adolescentes
adoctrinados y acríticos de estos países (los futuros, e incluso actuales
"adultos"). Esto es parte de lo que Baudrillard llamaba
"violencia del consenso". La desconfianza social implantada hacia las
formas de liberación de las reglas implícitas del juego capitalista, se ha
propagado fácilmente a través de los demás países de Occidente (Europa
occidental, Centroamérica, Sudamérica), como la siguiente fase depurada del
colonialismo sociopolítico del imperialismo, que en las décadas del 60-70, se
propagó burda y brutalmente por América Latina, por medio del apoyo a
dictaduras salvajes y sangrientas. Esta forma de colonización es más sutil y
efectiva. Aún más gracias a algunas llamadas "redes sociales",
instrumento depurado de vigilancia y manipulación del Capital, que permite
propagar mucho más rápida y eficazmente las tendencias informativas y
culturales del Imperio. La gente se entregó. Los jóvenes se entregaron.
Cedieron toda su información personal, se desapropiaron voluntariamente de sí
mismos para facilitar el control, se entregaron al mercado de públicos asediado
por las empresas-aves de rapiña, que tienen la oportunidad de dirigir desde
dentro el consumo, y disponen del mecanismo más eficaz de estudio de mercado
que ha existido en el mundo. En resumidas cuentas han consumido o engullido
plenamente a los consumidores en su propia panza de mercadeo virtual y real.
Los tienen comiendo en su propia mano, reduciendo casi al mínimo la brecha
oferta/demanda, en un circuito donde la demanda produce instantáneamente la
próxima oferta, que a su vez fue producida (hace unos segundos atrás) por la
oferta anterior; y donde los propios clientes son "maniquíes" con
escasa autonomía, en las vitrinas de estas mismas tiendas y empresas del
mega-mercado global excluyente, encargados de atraer a los próximos clientes,
que luego también se transformarán en maniquíes virtuales de movimientos
reducidos (con falsa apariencia de libertad). Este accionar de los usuarios en
las redes tiene escasa autonomía, o posee mucho de falsa autonomía, ya que
incluso las formas de presentación personal y el "pavoneo
virtual", están pre-dirigidas por modelos mediáticos como cantantes pop o
actores salidos del mismo hiper-nicho cultural, o bien tienen referencias de
interacción tomadas de las series o sitcoms de las cadenas de televisión
norteamericana. Y conjuntamente con esto, la selectividad de gustos y
elecciones personales está cada vez más etiquetada (por no decir iconizada),
para la más rápida detección de clientes por parte de las empresas vigías, o
bien para acelerar el encuentro de afinidades en este mercado de oportunismo
vincular a ultranza. En este sistema de
vigilancia-manipulación extrema, los usuarios están remitiendo huellas casi
minuto a minuto de su tránsito virtual, a través de mútiples recomendaciones de
todo tipo al sitio del medio social en cuestión, quedando actualizado y
catalogado en su historial o timeline, transformándose así estas
actualizaciones en huellas pormenorizadas de su experiencia personal por la web.
En este proceso de inversión pulsional sobre comunidades online, se extrema el
proceso de virtualización de las identidades personales. A través de conexiones
digitalizadas, pronto los seres humanos van a poder ser desconectados
vitalmente, al suprimir sus cuentas en estas redes de pertenencia virtual, ya
que sus cerebros van a enviar y recibir directamente los estímulos sensoriales
a través del ordenador, y de él dependerán sus funciones vitales.
(Continuará...)