viernes, 7 de marzo de 2014
jueves, 6 de marzo de 2014
Notas culturales (3): La normalidad corrompe el fruto verdadero.
Derribemos el sistema de cancelación de las anormalidades. Lo puedes ver con facilidad. Sal a la ventana (si vives en un edificio de departamentos), y grita el odio que sientes hacia tu madre. Por poner un ejemplo entre miles. Es un ejercicio simple. Hace un año atrás aproximadamente, en el edificio de al lado del que vivo, una mujer en las noches empezó a gritar en contra de su esposo ausente. Decía que la quería matar, y entre medio había un complot con la gente del edificio. Después lo relacioné con lo poco que la gente grita lo que siente en la ciudad, o dice lo que siente a los desconocidos que lo rodean. La primera vez que oía a alguien compartir algo personal con el resto del edificio en su conjunto. ¡Que cantidad de invisibilidad humana cotidiana!, ¡llenaría vertederos universales de ruidos verbales y de furia!. El apocalipsis sonoro. Será una obviedad, pero el hecho es que los mensajes fundamentales no están siendo dichos.
Es el sistema de cancelación de las anormalidades, que deja lo importante para después. Formado a través de múltiples factores cotidianos como el campo patológico de la mentalidad femenina, no entiende que la autopoiesis debe surgir del interior de uno mismo, aún en contra de los estereotipos de lo políticamente correcto, los lucimientos dirigidos por revistas de modas, la felicidad "new age", el miedo al delirio (que es el discurso verdadero). La normalidad corrompe a través de múltiples dispositivos, como el de la dicotomía idiotez/inteligencia, fashion/geek, popular/elitista, etc. Claro, lo elitista es otra forma de censurar la anormalidad. Se busca invisibilizar lo psicótico, lo delirante y lo libre, erradicándolo de la televisión, la radio, las calles, extirpándolo del campo de lo deseable; junto con ello se va la creatividad del mundo, desalojamos el Arte y la Vida, compartimos el cementerio de las prisas inútiles.
Debemos encontrar la forma de entender en qué consiste ese quiebre radical, esa rotura
entre la belleza y el entorno social en el que vivimos. Hay que hacer un ducto entre semáforos y atropellos, para llegar a encontrar una clandestina música. Una joya que siempre disfrutamos en solitario, como lo opuesto al vano entorno inmediato. Cómo
transformar el ruido en música, la fealdad de la gente en esculturas
móviles. No olvidemos que el odio puede potenciar las transformaciones
útiles, y que el amor sólo puede llevar a la aceptación de lo que ya
existe, es la coraza neurótica de la mediocridad, el complot que afirma
sin razones.
El incomformismo hacia la fealdad ético/estética que
nos rodea, sólo puede pagarse socialmente con la supresión sutil o
radical de quien lo ejerce. Ser un perro negro, un vagabundo o un
resistente. No ser cómplice del ocultamiento de lo bello, a cambio de
mercaderías de mall, los parques de entretenciones de los mediocres.
Descubrir lo inmediato que la tecnología puede ocultar, pero también acercar, es otra forma de eludir lo normativo. Como
decía Fritz Perls: "un neurótico es una persona que no ve lo obvio". Esa
obviedad en el movimiento de uno mismo que intenta rescatar
Feldenkrais, por ejemplo.
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